El cura Hoyos, a capa y espada

Bernardo Hoyos, en los tiempos de alcalde de Barranquilla.
Una tarde, en medio de la mierda que corría por una de las calles de la zona negra -en el sector de Rebolo, el más pobre de Barranquilla-, al padre Bernardo Hoyos Montoya le quedó claro que se quedaría para siempre en la capital del Atlántico.

Fue en septiembre de 1986, era rector de la Universidad a Distancia y ya había expuesto su pellejo más de una vez,

Nació en Belén de Umbría (Risaralda), es el menor de 14 hermanos de una familia cafetera y regoda. Fue al seminario salesiano en La Ceja, se ordenó en 1971, vivió más de 15 años en Brasil y fue perseguido por la dictadura. Estudió filosofía y letras, sociología y ciencias políticas, pedagogía, antropología cultural…
Cuando estaba en la Armada.

Volvió al país a comienzos de los 80 y en 1985 llegó a Barranquilla, de la que fue alcalde dos veces (1992-94, 1998-00) y senador (2002). Mejoró las condiciones de vida de los más pobres de la ciudad, pero lo enredaron en procesos judiciales por supuestos actos de corrupción de los que ha salido bien librado. En el 2003 fue suspendido 12 años para ejercer cargos públicos por participar en política cuando era alcalde.

Es frentero. Conversar con él es participar en una clase de filosofía, ciencia política, sociología y antropología. Es ordenadísimo al hablar y lo de boquisuelto no es como lo pintan.

“Mi discurso es muy fuerte. Dicen que soy irreverente, que soy grosero. No. Yo digo la verdad”, indica con una mezcla entre paisa y costeño.

Esta es una de las pocas entrevistas que ha concedido en la última década porque dice que los medios le han dado palo sin razón.

Cuando entró al seminario.
Si alguien pregunta cómo es, la respuesta es rápida: como la gente. Es alegre, fiestero y riguroso a la hora de decidir. Vive en Rebolo, epicentro de su trabajo social y político.

A una cuadra de su casa está el Rincón Latino, club de la comunidad. Y al frente, el salón comunal, en donde celebra misa y la gente se reúne. Es el líder el Movimiento Ciudadano.

Tiene 72 años. Antes de almuerzo se toma una Heineken y después cambia la siesta por una película que comparte con sus colaboradores a manera de cine foro.

El comedor, la sala de televisión y la biblioteca están en el segundo piso. En una de las paredes hay cinco retratos suyos de etapas diferentes de la vida, desde que tenía 15 años hasta pasados los 60.

En el saludo la formalidad se fue para el chorizo y entramos en materia. Hablamos cinco horas sin parar. En las primeras dos habló de los procesos en su contra. Las otras tres las dedicó a su familia, a su paso por la Armada, a su llegada al seminario, a la experiencia en Brasil, al traslado a Barranquilla, a la Iglesia Católica… Un repaso por su vida.
Cuando fue ordenado sacerdote.
¿Cuántas veces ha estado preso en Colombia?

Ni detenido, ni preso. Secuestrado por el gobierno paramilitar y mafioso de Álvaro Uribe. En el 2000 los políticos me pusieron 1.500 tutelas para bloquearme.

¿De quiénes eran las tutelas?

De personas de las unidades de apoyo de los concejales, entre los que había manicuristas y masajistas. Muchas veces di la orden de no pagar porque solo iban a cobrar el cheque. En una los jueces, el tribunal y la Corte fallaron en mi contra. Cuando me tocó pagar dos días de detención, la gente llegó hasta el frente de mi casa. Había ancianas y ancianos protestando. Cuando salí al balcón les dije: “Puedo pagar dos días. Injusto, pero voy”. Nos fuimos en caravana para el DAS. La gente se quedó ahí afuera los dos días y las dos noches. Hicieron sancocho y llevaron orquestas.

¿Cómo ha sido su experiencia política aquí?

No ha sido fácil, porque es nadar contra la corriente, contra una mafia politiquera, la peor de Colombia, la más cínica, canalla y bellaca.

Usted habla del ‘cartel del suero’. ¿A qué se refiere?

A empresarios que llegaron principalmente de Sucre y Córdoba, en donde la base es el suero. La mayoría, turcos o descendientes de turcos desplazados de su tierra en la Primera Guerra. Se instalaron en esos departamentos, se vinieron para acá a rebuscarse con ventas ambulantes y luego se metieron en contrabando y narcotráfico. Con el poder del dinero compraron el poder político. Son los que manejan la ciudad.

¿Qué diferencia hay entre su primera y su segunda alcaldía?

La primera no fue fácil. Trabajé con algunos gremios porque no conocía a nadie para gobernar. Llevaba cinco años en la ciudad. En la segunda empiezo a tomar distancia y ellos inventan el cuento de que la primera fue buena y la segunda fue mala. Era mala porque empecé a abrirlos. Se unieron gremios y politiqueros para atacarme.

¿Qué tipo de cosas hicieron en su contra?

Dos concertaciones con paramilitares para matarme. Pero los descubrí, fui a hablar con Carlos Castaño y ‘Jorge 40’ y me mostraron cantidad de anónimos en mi contra. Que manejaba la guerrilla de la Costa, que los puestos de salud eran para atender a los guerrilleros. Como no pudieron matarme trataron de acabarme políticamente, de enredarme judicialmente y no han podido, ni van a poder. Nunca me cogí un peso, nunca hice negocios con nadie. Los dos procesos que han tenido como bandera son el del edificio del Banco de la República (lo compró y remodeló para sede de la Alcaldía), desde el 93. No han decidido nada. Y el otro proceso es el del terreno El Vesubio (para vivienda de interés social) y tuvieron que reconocer que no hubo peculado.

¿Qué puede decir del caso del edificio del Banco de la República, que compró y remodeló para Alcaldía?  

La Alcaldía funcionaba en un edificio viejo en la 38 con 46. Horrible. El gerente liquidador del Banco de la República del Paseo Bolívar era un señor de Armenia que conocía mucho a mi familia, y vino a saludarme. Y me dijo: te ofrezco una ganga, el edificio del Banco de la República. Hicimos un trueque por un impuesto predial que debían. Tenía trabajando en planeación a un hermano de Gustavo Bell Lemus, Carlos. Le dije que se encargara de hacer la remodelación del edificio, un edificio de nueve pisos, pero construido hace mucho tiempo. Entonces el señor Carlos Bell Lemus hizo un presupuesto de lo que veía, de lo externo, pero ni hidráulica, ni sanitaria, ni eléctrica. Nada, no hizo nada de eso.  Para la remodelación hicimos contratación de administración delegada. Esto es que se le da a un contratista para que él haga todo. El 31 de diciembre del 1994 le entregamos el edificio nuevo a Edgard George González. Este tipo no le pagó un peso al contratista en los años que fue alcalde. Cuando vuelvo a la Alcaldía en el 98 encuentro semejante deuda. Desde el año 93 está el proceso y estamos en el 2012 y aún no han decidido. Eso precluye dentro de poco. ¿Por qué no me condenaron?

El otro proceso es el de El Vesubio, que tuvieron que reconocer que no hubo peculado. Costaba 5.000 millones y actualmente cuesta 45 mil millones porque está en la mejor zona de la ciudad.

El terreno de El Vesubio, por el que se pagó un anticipo de 1.110 millones de pesos, no se compró porque no era apto para construir vivienda. En octubre pasado, el Juez Sexto Penal del Circuito lo absolvió del delito de peculado por apropiación. Pero lo condenó a 48 meses de prisión, junto al exalcalde Guillermo Hoenigsberg por celebración de contrato sin el cumplimiento de los requisitos legales. Apelaron y el caso está enel Tribunal Superior de Barranquilla.

En el caso del edificio del Banco de la República, ya se van a cumplir 20 años sin decisión judicial. Entre todas las vueltas que dio hoy está en manos de un juzgado de Bucaramanga. Una fuente consultada indicó que el traslado se hizo por la falta de garantías para dar un fallo definitivo.

Otro tema fue el del periodista Carlos Lajud Catalán. ¿Qué pasó?

Me involucraron en un proceso por homicidio con fines terroristas. El 28 de diciembre de 2000, a tres días de finalizar mi Alcaldía, fui a indagatoria. Llegué a la Fiscalía y había un tipo que parecía un pedernal, que empezó a darme desde el comienzo. Imagínate la primera pregunta que me hace: “Defínase ideológicamente”. Le dije: “Eso no es pregunta, pero de la voy a responder. La ideología que yo defiendo y trato de poner en práctica viene de la enseñanza de Jesús de Nazareth, que empieza a revolucionar al mundo con su mensaje, con su praxis. Y de ahí yo saco lo que hablo, lo que hago”. Y después me pregunta: “¿Por qué su discurso es tan parecido al discurso del ELN?”. “Pregúntele a Manuel Pérez, porque yo no sé”, le respondí. Finalmente y a las 4 de la tarde supe que tenía la medida de aseguramiento para dejarme ahí. Entonces yo me levanté y le dije: “no continúo más con esta audiencia, porque usted me está irrespetando, está abusando de su puesto para pisar mi dignidad. Haga lo que quiera”. Me hizo firmar un papel que tenía que presentarme para continuar la indagatoria. El 3 de enero mandó el tipo acá una secretaria con preguntas ridículas.

El 5 de junio de 2002 la Fiscalía abandonó la investigación en su contra por falta de pruebas.

¿Cuál fue mejor administración?

La primera fue arrolladora porque Barranquilla era una letrina y un basurero. Me dediqué a eso, el cambio se vio y yo controlaba más. A cada secretario le puse un subsecretario para que lo vigilara.

¿Y qué pasó en la segunda?

Fue diferente porque ya conocía mucho. Los reuní en esta sala y les dije: yo quiero concentrarme en salud, educación y servicios públicos y quiero ponerlos como modelo. A Guillermo Hoenigsberg, por ejemplo, le encargué las finanzas. Lo hice por decreto.

¿En qué falló?

En delegar, porque las contrataciones las hacían en la Cárcel Modelo, donde había una persona detenida y que fue quien manejó las contrataciones. Confié en la gente que había trabajado conmigo en la primera administración. En mi caso cumplí con los servicios públicos. Es la única ciudad de América Latina que tiene el 98% de cobertura en acueducto y alcantarillado.

¿De lo que hizo qué se perdió?

Las obras materiales quedaron y la gente las recuerda. Pero se perdió la visión de ciudad. Tenemos la convicción de que se construye desde abajo, dándole prioridad a la gente, por lo que la seguridad depende de eso. Si no tiene un medio digno para sus actividades vitales, empiezan a robar, a matar. Si tiene pavimentos,  arborizaciones, colegios y puestos de salud en cada barrio, empieza a cambiar.

¿Cómo fue la campaña para llegar al Senado?

No quería ser candidato. No hice ni una sola reunión en Barranquilla y solo aquí saqué 48 mil votos. Sabía que no iba a poder hacer nada en el Congreso, peleando con mucha razón pero sin ninguna eficacia.

Y lo suspenden 12 años por participación en política. ¿Qué pasó para esa sanción?

En el lanzamiento del libro de Fanny Mickey un periodista me preguntó sobre mi pronóstico para el partido Colombia-Argentina. Le respondí que cómo me iba a preguntar eso cuando en la Cámara se gastaron 5.000 millones en papel higiénico en un fin de semana. “¿Usted qué le diría al Presidente?”, me preguntó Que si tiene pantalones cierre la ratonera más grande del país que está en la Plaza de Bolívar. El martes me llamó Pastrana y me dijo que iba a hacer un referendo para cerrar el Congreso. Quedamos en que en el Rincón Latino se haría un evento para explicarlo. A las dos semanas llegó el ministro Néstor Humberto Martínez. Estando en la tarima apareció Guillermo Hoenigsberg con un grupo de sapos. No era ni siquiera precandidato, porque la agenda electoral no existía. Guillermo se sentó entre el Ministro y yo. Por eso me acusaron de participar en política. Me suspendieron porque apoyé a Pastrana.

¿Le han pedido que se lance de nuevo?

Sí, pero ¿con quién voy a gobernar? Hay cuadros, pero no preparados para enfrentar esta mafia. Otros se vendieron. Formar cuadros es de paciencia y constancia. Por eso mi trabajo es de educación política de las víctimas. En eso gasto día y noche. Es la única salida para Colombia.

¿De qué político está más cerca?

De ninguno. Estuve cerca de Carlos Gaviria, pero hasta cuando se retiró.

¿Cómo era su familia?

Mis padres eran de clase media alta del Eje Cafetero, de Belén de Umbría. Mi padre tenía haciendas y depósitos de café. Cuando nací, ya un hermano era diputado a la asamblea de Caldas.

¿En dónde pasó la infancia?

En Medellín. Después de la crisis del 29 hubo un descalabro para los monocultores, sobretodo del café. Mi padre vende y regresa a sus ancestros en Antioquia. Y con año y medio me llevan a Medellín. Allí pasé la infancia y la adolescencia.

¿Cómo vivió la violencia de los 50?

Mi padre tenía haciendas en el Magdalena Medio Antioqueño, muy afectado por la violencia liberal-conservadora. Y me tocó ver de niño cómo por el río Nus bajaban cadáveres mutilados. Una vez fui a avisarle a mi padre que habían bajado seis cadáveres sin cabeza y sin brazos. Y con toda la ingenuidad de nuestros viejos, totalmente alienados por la Iglesia Católica, me respondió que no me preocupara que eran liberales.

¿Qué tanto pesó esto en su posición política?

Mi familia era regoda. Monseñor Miguel Angel Builes decía que matar liberales no era ningún problema. Tenía 12 años y en el colegio empiezo a cuestionar a los educadores sacerdotes. No entendía porqué se decía una cosa y se hacía otra.

¿Qué hace entonces?

La única salida la encontré en tercero bachillerato, huí de mi casa y me metí en la Armada Nacional. Allí estuve un año y 11 meses. Tenía 15 años y fue un grito de libertad. Pero me di cuenta de que la vida militar no era para mí. Entonces regreso a Medellín.

¿Qué ocurre para que decida ser cura?

Unos sacerdotes salesianos amigos de mi familia empiezan a visitar la casa. Eran muy críticos y aceptaban mis cuestionamientos. Y me invitaron a un trabajo en algunos barrios populares de Medellín. Íbamos a Villatina, al Barrio Popular. Era un trabajo diferente y uno de ellos me metió de tal manera en esto que se me olvidaron las rumbas.

¿Y qué decía la familia?

Cuando estaba rumbeando nunca me cuestionó que llegara a las 3 de la mañana. Pero cuando estoy en esto sí por estar metido con los pobres. No entienden, es la misma mentalidad de excluir: que el pobre es malo, que las mujeres del pueblo son putas. Tenía 18 años y uno de los sacerdotes me dice que por qué no me voy para el seminario de La Ceja.

¿Cómo fue esa experiencia?

Encuentro un ambiente demasiado bueno para la época. Grandes educadores, un ambiente de cultura impresionante y una biblioteca maravillosa. Nunca me arrepentí de esto. En el noviciado me surgió el deseo de evangelizar como misionero, me escogieron y me enviaron a Brasil en 1962. Encuentro otro mundo. Llego a Sao Paulo y a los dos años empieza la dictadura militar.

¿Cuánto tiempo estuvo en Brasil?

Mi primera etapa fue hasta 1968 cuando vengo a Bogotá a estudiar teología. En el 71 me ordeno. Regreso a Brasil en el 72, a Manaos, sede de la Inspectoría Misionera del Amazonas. Estuve en el sur, pero mi trabajo debía ser el norte y con las misiones. Pero por mi preparación me colocan en colegios. Fui rector en Belén del Pará en un colegio enorme que educa a la gente rica. Era contradictorio pero acepto por el pedido de un gran amigo sacerdote. Puse una condición: viernes en la noche, sábado y domingo estaba en los barrios populares o en los municipios. Asumía el colegio de lunes a viernes.

¿Trabajó en la selva?

En el 75 me piden para ir como párroco a Manicoré en el río Madeira. Era una misión muy especial en una región de caucheros. Para llegar no se podía ni por tierra, ni por aire, sino por el río Madeira. Eran tres días y tres noches de viaje. Me hicieron dos atentados porque me metí en contra del latifundio de los caucheros y de la explotación que le hacían al cauchero. A los tres años ya hay problemas serios de seguridad. Los superiores me dijeron: “Ser mártir así no vale la pena”.

¿Para dónde lo mandan?

A Belén del Pará a hacer una maestría en Antropología Cultural, que me comprometió mucho más contra la dictadura. Y fue cuando me detuvieron 14 veces. Éramos seis. Las manifestaciones que hacíamos en contra de la dictadura eran de un millón de personas. Impresionante.

¿Cuál fue la última?

Fue dura, en una manifestación contra Figueredo, el último dictador. Me cogieron en plena manifestación. Fue el error de ellos. Me sacaron por sótanos, pero uno de mis exalumnos del colegio era militar y les avisó a los salesianos. Me iban a desaparecer. Llegamos a Brasilia y ahí estaban 20 obispos y 100 curas esperándome. En Río de Janeiro nos soltaron. Cuando regresé a Belén del Pará el provincial me dijo: “Estoy preocupado por tu vida. Vete para Roma a estudiar”. Propuse América Latina. Mi madre se agravó y estaba anciana. Le dio un derrame y me vine para Medellín. Ahí me quedé seis meses.

¿Cómo fue su paso por Bogotá?

En el 82 estaba en el colegio León XIII y llevaba a los pelados de décimo y once a los cerros a trabajar con la comunidad y en las noches nos íbamos a alfabetizar, hicimos una gran marcha y nos tomamos el acueducto en el 83. Hubo problemas con los salesianos godos de Bogotá, especialmente con el provincial. Escribió a Roma pidiendo que me devolvieran a Brasil. Los salesianos de Brasil me defendieron y me aconsejaron ir a Medellín, mi provincia de origen, porque allá la situación estaba ‘caliente’. En 1984 me dieron un puesto extraordinario: trabajar en cursos de fe y política con alumnos de últimos grados y profesores.

¿Cuándo lo trasladan a Barranquilla?

En junio del 84 el provincial me pidió venir como rector de la Universidad a Distancia, porque el padre Stanley Matutis, una institución acá, había hecho un convenio con el Ministerio de Educación. No conocía Barranquilla.

¿Cómo era el contacto con la gente?

La universidad estaba aquí en el Centro Social Don Bosco, pero celebro la eucaristía a las 7 de la mañana en la parroquia de San Roque. Mi homilía es diferente de aquella que dice que es pecado mortal no casarse por la Iglesia. Hablo de las bienaventuranzas, de defender a los pobres como Jesús los defendía. Al principio llegaban 20 personas. A los dos meses era el templo lleno.

¿Donde vivía?

En San Roque, pero a los cuatro meses me vine para el Don Bosco. Un día, en septiembre de 1985, me buscaron para aplicar la unción de los enfermos en un rancho de la calle 10 con carrera 32, que era un río de aguas de alcantarilla, de excrementos. Encuentro un espectáculo dantesco. Diez mujeres descalzas, algunas sin dientes, amarillas. Niños barrigoncitos y un hombre agonizando en el ala de una puerta. ¿De qué voy a hablar? ¿De un Dios padre que deja morir a los hijos así? Iba con un grupo de jóvenes y empiezo con un canto de la misa nicaragüense: El es el Dios de los pobres / El Dios humano y sencillo / El Dios que suda en la calle / El Dios de rostro curtido / Por eso es que te hablo yo, así como habla mi pueblo.

Y terminé con otro también nicaragüense: Cristo, Cristo Jesús solidarízate / No con la clase opresora que oprime y devora a la comunidad / Sino con el oprimido, con el pueblo mío sediento de paz.

Eso a la gente la tocó. Cuando llegué a mi habitación, con cocineta, sala de recibo, aire acondicionado, mi cama limpiecita, todo me olía a mierda. Me bañé, me coloqué loción y seguía con el olor. No joda, vivo en medio de la mierda, mis vecinos se mueren de hambre, viven en las aguas de alcantarilla y yo tranquilo. Y tenía dos perros doberman, con perrera, con ventilador, veterinario cada quince días, champú… Ese día regalé los perros.

¿Qué pasó después?

Me fui el otro día a conocer. Ni en África, ni en Haití, ni en Brasil ni en ninguna parte encontré una situación como esta. Aquí nacían, crecían, se reproducían y morían en medio de excrementos. Y la maldita clase política cuando venía por acá era a comprar votos o a cambiarlos por marihuana. Esa noche en mi oración dije: ‘Dios mío, si tu me ayudas, cambio esto’. A partir de ese día venía todos los días por la tarde a conocer a la gente. Empecé a trabajar y a hacer marchas. Renuncié a la rectoría en el 89 y me fui para el salesiano de San Roque.

¿Cómo llega el momento de ser candidato a la Alcaldía?

Aquí esto estaba inundado y cuando se hacían los trabajos se secaba y la gente se metía, todavía en mierda, porque no tenía en dónde vivir. Veníamos a rellenar con ellos, hombro a hombro. Y la cosa fue caminando. El único trabajo organizado era este. Se reinsertó el M-19 y como era amigo de Carlos Pizarro él le pidió a su gente que me buscara y los recibimos sin ningún prejuicio. Se hizo la Alianza Democrática M-19 y entramos como grupo comunitario. Iban a hacer una consulta popular para escoger candidato a la Alcaldía, la gente quería que me metiera, yo no. Pero un domingo, después de la eucaristía y ante la insistencia les dije sí con una condición: no hago campaña, la hacen ustedes. Luego el M-19 se fue contra mí porque no me iba a dejar transar por nada. Resultado: 82.000 votos para mi, 22.000 para Yaneth Suárez. Eso fue en el 91. Para la Constituyente habíamos puesto 28 mil votos acá para esos ladrones que vendieron todo.

¿Planeó meterse en la política?

Nunca. Siempre fui en contra de la politiquería. Las comunidades empobrecidas de aquí fueron las que me metieron en este cuento.

¿Cómo reaccionó la jerarquía salesiana cuando se metió en política?

Tuve todo el apoyo y lo sigo teniendo. Por primera vez en la historia de la congregación salesiana me dieron un permiso de un año para ejercer. Y podría después ser renovado. Ellos me conocían perfectamente. Sigo siendo salesiano y a veces más que muchos que están allá adentro.

¿Tuvo problemas con obispos?

Sí. El arzobispo de acá en aquella época era Félix María Torres, ligado a la politiquería. Empezó a cuestionarme y le dije que si quería participar en política lo hiciera abiertamente como yo y renunciara al ministerio sacerdotal por un tiempo. A Rubiano también lo tuve que parar feo.

¿Sigue siendo sacerdote?

Sí y celebro eucaristía cuando la gente lo necesita.

¿Cómo es el Jesús de Nazareth que sigue?

Es mi paradigma, mi razón de ser y de vivir. Es el judío del siglo primero que quiebra todos los esquemas de la época. Que dice la verdad, que actúa como habla. Que acaba con todos los prejuicios. Que le dice zorro al rey.

¿Cuál es el modelo de sociedad que busca?

La sociedad justa. De igualdad de posibilidades, como Jesús lo decía. Justa quiere decir que cada quien tenga las posibilidades de vivir como persona.

¿Qué tipo de socialismo?

De acuerdo con nuestra cultura, un socialismo a la colombiana.

¿Qué piensa de los votos sacerdotales?

El religioso tiene que dar testimonio de despojo para entregarse a los desposeídos. La inmensa mayoría de colombianos son pobres, en cambio los religiosos tienen todo asegurado. La castidad es un mandato para todo cristiano. ¿Qué quiere decir? Respetar su sexo. En el caso del voto de castidad tiene que pensarlo muy bien quien lo va a hacer. Si soy casto tengo toda la energía y posibilidad de dedicar mi vida al servicio de los demás. La obediencia es a mi conciencia y al Dios en quien creo.

¿Los vive?

Sí. La comunidad sabe que soy soltero y nunca me cuestiona las amistades con las muchachas. Nadie se atreve a decir que soy marica porque saben que no es así. Ninguna puede decir que “el cura me cogió las nalgas”.

¿Cuál es su posición frente a temas como el aborto y el matrimonio gay?

Estoy de acuerdo con el aborto en los casos que la Corte aceptó. En 1968 ya defendía esos temas. En una conferencia en Santiago de Chile, en un panel con varios sacerdotes, defendí que la opción sexual es un derecho inalienable. Y tenemos que darles todas las garantías como personas.

¿Cuál es su misión?

Bajar de la cruz a los pobres. De la cruz de la miseria, de la ignorancia, del abandono, de la exclusión.

fermil@diarioadn.co

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