¿Quién mató a los niños?



La muerte de los niños Vanegas del Caquetá saltó en los medios de comunicación como una historia sobre la cual todos debíamos saber todo. Que si se trataba de una lucha por la tierra, que cuánto les pagaron a los asesinos, que si las autoridades llegaron tarde.

Pero siempre el centro de atención fue la anécdota y la oleada de reacciones condenatorias y la invitación a marchar. Y afloraron historias de menores maltratados.

Lamentablemente son oleadas mediáticas sobre las que se montan personajes que repiten como loros frases condenatorias: "es un delito imperdonable", "el país tocó fondo", "una sociedad permisiva no se merece otra suerte"... bla, bla, bla. Es la demagogia con el dolor ajeno.

El tema va mucho más allá de la tragedia de los Vanegas. Ellos son los más recientes eslabones de una cadena de injusticias, que también es contra hombres y mujeres, mayores, indígenas, afrodescendientes, mestizos, homosexuales, discapacitados, líderes sociales...

Resolver esto es la nuez de la paz, que no se juega su suerte en La Habana. Se la juega todos los días en las calles, en las casas, en las empresas, en el campo, en los barrios.

Pasa por la aplicación de la justicia. Cuando la gente dirime los líos de tierras a bala o machete es porque no hay una acción efectiva y legítima de las herramientas de la justicia.

O casos como el de John Steven García Paiba, un estudiante bogotano de 17 años que murió hace un año atropellado por un carro fantasma. Es la hora que la justicia no se ha pronunciado efectivamente frente al responsable.

No basta con rasgarse las vestiduras. Hay que actuar integralmente como Estado y sociedad.

Hasta luego.
@fernandomillan

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