"A la guerra no volvemos"

Rodrigo Londoño vino de Cuba para conmemorar el primer año del Acuerdo del Teatro Colón y para reunirse con el presidente Santos y poner sobre la mesa las dificultades por las que atraviesan los compromisos entre el Gobierno y las FARC.

El sábado en la mañana, muy puntual, llegó al sitio acordado para atender esta entrevista sin afanes. Se le notó optimista, pero inquieto por el futuro de la paz. Habló de su salud, de verdades, de mentiras, de los cambios en su vida diaria, de los reencuentros, del reto de ser el primer candidato presidencial del naciente partido FARC...

¿Cómo va el tema de su salud?

Hombre, la salud, bien. Está bien. Ahí todavía toca seguir. Lo que sí es que estoy condenado a hacer ejercicio todos los días, que yo creo que es un muy buena condena, en todo sentido. Porque no solamente ayuda desde el punto de vista físico, sino mental.

Levantarse uno en la mañana y hacer media hora, cuarenta minutos de ejercicio. En la tarde, en medio del cansancio del día, sacar a veces un rato uno para hacer ejercicio. Lo he sentido.

¿La comida también?, ¿o no?

Sí también debo restringir algunas cosas, mermar. No me han prohibido nada, pero hombre sí hay comidas que hay que… la grasa fundamentalmente. Los fritos, todas esas cosas…

¿Ya hacía ejercicio cuando estaba en la clandestinidad?


En la rutina de uno en la vida guerrillera el ejercicio forma parte de la rutina diaria. Además de que se camina mucho, se mantiene caminando. El inicio de este proceso me llevo a eso, a estarme quieto, me tocaba buscar sitios donde pudiera campamentar con menos riesgo y poder estar en comunicación permanente. Y eso era todo el día. Y luego cuando me toca quedarme en La Habana, pues peor. Y creo que este accidente de salud sirvió para eso, para entender que yo no podía seguir con esa vida allá tan quieta.

Hay que moverse…

Sí porque uno pues en los deseos de rendir y de hacer las cosas piensa que hay que dedicarse y no saca el tiempito para el ejercicio.

¿Con quiénes se ha reencontrado después de la firma del acuerdo final?

No muchos. No con todos los que yo quisiera. A La Habana fue un familiar que cuando me fui para la guerrilla tenía como unos cinco o seis años. Ahora es un cirujano, ese sí un cirujano cardiólogo, también muy comprometido con la paz. Fue con el primero que tuve noticias del pueblito. Incluso me llevó un video del pueblo. Hizo un recorrido en el carro para que yo pudiera ver el pueblo a través de un video. Y pues el reencuentro más emotivo es con mi hermana y los dos sobrinos, que es la familia que me queda. Casi más de 40 años sin verlos. Ese fue el viaje que hice a La Tebaida. Muy rápido porque fue en medio del congreso. Me tocó pedir autorización a la dirección para sacar tres días e ir. Eso fue de entrada por salida, pero muy hermoso. Y en el pueblo me encontré con hartos familiares, compañeros de infancia que eran con los que caminábamos por las calles del pueblo jugábamos billar, con los que veíamos la televisión de aquella época. En esa época los televisores se contaban con los dedos de la mano allá en el pueblo. En la casa de uno de ellos había televisor y nunca nos perdíamos ‘Yo y tu’, por las noches; y ‘Tarzan’, al mediodía.

¿Qué ha extrañado de la vida guerrillera, de la cotidianidad?

Hombre es toda una vida. La vida toda en sí se extraña. El día a día, comenzando por el medio ambiente. Uno está allá en la selva, al aire libre, despierta siempre escuchando los pájaros, los animales. Viéndolos porque conviven prácticamente con uno. El aire mismo es menos pesado. Y esa convivencia. Aquí ya en el sitio donde uno está hay menos gente, dos, tres personas. Allá a veces había pequeños grupos pero, en general, uno andaba con quince, veinte, treinta, cincuenta, sesenta personas, con las cuales todos los días se sentaba a comer, a desayunar, a almorzar, a hablar de las novedades del día, a pensar en los trabajos del otro día. Esa rutina ha cambiado un poco. Hay cosas ya más personales. No poder comer e ir a lavar su vajilla. Ir a bañarse y lavar su propia ropa. Son cosas que aquí se van limitando por las mismas condiciones. Y en algunas partes hay forma de usar lavadora y uno ya no sabe manejar la lavadora, se le olvida cuál es el botón que hay que apretar (risas).

¿Qué es lo que más trabajo le ha costado en esta cotidianidad de lo urbano?

Hombre, no me he puesto a reflexionar… El encierro. Yo sé que no está uno preso, ni nada de esas cosas, pero me siento incómodo. Donde estoy siempre abro puertas y todas las ventanas. Y si hay una terracita, me hago en la terraza. Me ha sido difícil acostumbrarme a eso. Es lo que más me impacta. Lo otro es el agite que se da. ¿Cómo salirse? Incluso me toca obligarme y sacar mis tiempos para el ejercicio, porque se quiere todo inmediato. Y está el teléfono, que mire esto, que mire lo otro. Pues es una ventaja porque uno llama al otro y le dice: “bueno, ¿qué está sucediendo aquí?, hay que hacer esto…”. Incluso aquí, cuando me encuentro con los compañeros lo saludan a uno y no hay forma para, como nos encontrábamos antes y nos sentábamos un rato, tomarse un tinto. Había tiempo. Pero bueno, creo que le iremos cogiendo el tiro.


Hablando de política, ¿cómo se ha ido preparando para la candidatura presidencial? ¿Qué está haciendo para asumir ese reto?

Inicialmente con mucha preocupación lo asumí, porque era una tarea del partido. Y como lo he dicho ya, y en repetidas ocasiones, por más difícil o complicada que fuera la tarea en la guerrilla nunca dije que no. Y ahora en esta situación uno sabe que esto va a ser un trabajo colectivo. Que hay que trabajar intensamente y en ese plan estamos. Tenemos que construir un proyecto que atraiga la voluntad de las mayorías colombianas para que apoyen nuestra candidatura y creo que lo estamos haciendo bien. Estamos recogiendo las opiniones de la gente, el sentir de la gente. Yo creo que es la forma de hacer un proyecto a la colombiana, con las ideas de los colombianos.

Más allá de las implicaciones políticas, como ser humano ¿qué puede sentir cuando le dicen que los odia la gente en el país?

Si uno tuviera la certeza de que eso es cierto, no aceptaría la candidatura del Partido. Ese fue un argumento incluso en los inicios de las conversaciones cuando se construyó la agenda y la mecánica de cómo iba a ser la negociación. Aquella etapa, que se llamó secreta, que fue la del encuentro exploratorio. Uno de los argumentos en toda la discusión que salía siempre de los representantes del gobierno era ese: “Es que miren –para que aceptáramos lo que ellos planteaban-, aquí el presidente Santos se está jugando su capital político. Cuando esto salga a la luz pública, que estamos haciendo esto, se le va a venir medio mundo encima, porque es que a ustedes no los quiere nadie en la sociedad colombiana”. 
Los hechos han mostrado que era una mentira. Cuando sale a la luz el proceso, cuando la gente sale, ¿cuáles fueron las miradas que encontramos nosotros? Unas miradas de alegría, de esperanza y de apoyo, que es lo que uno siente cuando la gente del común le da la mano a uno y cuando me dicen: “Timo no vaya a desfallecer”, “Timo hay que seguir para adelante”. ¿Qué siente uno? Ahí no hay ningún odio. Sí claro, hay un sector en la sociedad. Incluso gente cercana nuestra, que ha convivido con nosotros, la hemos encontrado en otros escenarios y con muchas prevenciones. ¿Prevenciones por qué? Es que eso forma parte de la confrontación. De los métodos que utilizaron: es mostrar al contrario como un monstruo para justificar su destrucción. Para justificar toda esa guerra tan intensa que hicieron contra nosotros, de todo tipo. Llegará el momento en que se podrán contar y por eso hay muchos que le tienen miedo a la comisión de la verdad. 
Cuando podamos conocer y toda la gente conozca van a saber las cochinadas que se hicieron para tratar de destruirnos a nosotros. Entonces, para justificar eso, para justificar el gasto, el presupuesto tan inmenso, tan grande que se utilizaba para la guerra, hay que mostrar que el otro merece ser destruido merece que lo matemos. Hay unas técnicas en función de eso, de crear en la conciencia de las personas que esta gente es mala. La guerra no era un paseo. Ni nosotros lo que hacíamos eran fiestas. La guerra es sinónimo de destrucción, de muerte, de desolación. Y en la misma dinámica de la guerra se cometen errores. Apreciaciones equivocadas que se hacen.

Por ejemplo...

Por ejemplo, Marulanda era uno de los que más insistía en la necesidad de no seguir usando los cilindros en los asaltos a los puestos de Policía o de las bases militares que quedaban en los centros de población. Que no era justo que para destruir un puesto militar se acabara medio pueblo. Marulanda insistió y esas orientaciones se daban, pero es que las dinámicas son muy complejas. En medio del conflicto no se justifica que una de las fuerzas instale sus campamentos en medio de la población. Pero las Farc no tenemos ningún problema en reconocer, y lo hemos hablado y lo hemos planteado, que una de las cosas en las que tenemos que tratar de ayudar en la reparación es cómo reconstruir esos pueblos que fueron destruidos en medio de la confrontación. Y así, otra serie de cosas. Entonces en la medida en que nos relacionamos, en la medida en que la gente va conociéndonos, en la medida en que la gente vaya conociendo porqué se dio este conflicto en Colombia, pues van a tener una visión distinta de nosotros y no necesariamente que vayan a compartir las ideas políticas.

Cuando habla de hacer una política o un gobierno ‘a la colombiana’, uno recuerda la posición de Jaime Bateman (jefe del M-19 que murió en un accidente de avión), que hablaba de eso precisamente, de hacer un ‘sancocho nacional’. ¿Usted cómo se imagina un gobierno de la FARC?

Yo no diría un gobierno de la FARC. Diría un gobierno administrado por los colombianos del común que estén en disposición de construir una nueva Colombia, de hacer una nueva política de manera distinta. Porque tenemos que apoyarnos en la gente que más conozca, que más sepa, que más experiencia tenga, pero que tenga también una visión distinta de para qué es la política. Que la política es para servirle a la gente, para servirle al pueblo, para servirle al común. Y no la política como la posibilidad de enriquecimiento personal.

Y en el quehacer político, ¿cómo se va a diferenciar la FARC del resto de los partidos?

Tenemos que hacer una política completamente distinta. Dejar a un lado el clientelismo como forma de hacer política. Dejar de buscar el apoyo de la gente a partir del ofrecimiento de prebendas personales o de pequeños grupos. Tenemos que plantearnos un objetivo común en el cual nosotros vamos a estar a la vanguardia. La decisión que hemos tomado es ponernos a la vanguardia del conjunto del pueblo colombiano para construir esa nueva Colombia que tanto soñamos.

Estamos acostumbrados a que la rivalidad política se dirime con el señalamiento personal, con la ofensa y la acusación, ¿Cómo van a salirles al paso a ese tipo de prácticas?

No estamos en el plan de enfrentarnos absolutamente a nadie. Creo que hay una opinión de la gran mayoría de la gente del común: aquí el problema es la clase política. Nosotros le vamos a hacer una propuesta al pueblo colombiano para renovar la clase política.

Esa renovación que plantea ¿cómo puede llevarse a cabo cuando hay unas fuerzas tan poderosas que tratan de deslegitimar este proceso señalando al proyecto político como la manera en que el país entrará en una crisis similar a la de Venezuela? ¿Cómo lograr que esos sectores se acerquen para conversar entre todos y conseguir un acuerdo nacional en torno a un proyecto que saque adelante el país?

Es a través del diálogo. Tenemos que iniciar una campaña política que tiene que partir fundamentalmente de acercarse a la gente y escucharla. Y cuando digo que vamos a ponernos a la vanguardia quiere decir que ahí van a estar otros sectores y también todo el que quiera acompañarnos. Venimos conociendo una cantidad de sectores sociales muy importantes con los cuales coincidimos. Tenemos que escuchar a todos estos sectores para ir nutriendo un plan de trabajo. Porque eso sí lo tenemos claro: no es con una varita mágica como se resuelven los problemas. Es un proyecto en el cual todos le vamos a meter el hombro. Y esto de utilizar el ejemplo de Cuba o de Venezuela no es más que una estrategia política para tratar de deslegitimar. Pensando en eso he estado preparando unos documentos, porque hay muchos ejemplos, además de Venezuela. Cuando estuve en Oslo (Noruega) me llamó la atención. Es una ciudad hermosa, limpia, y donde uno ve la gente contenta. Y el porcentaje de impuestos es muy alto y cuando uno le pregunta a alguien si le incomoda eso dice que no. Porque ven que sus impuestos se invierten: buenas carreteras, buenas calles, buenos centros educativos, buenos centros de asistencia social, buenos hospitales, buenas clínicas. 
¿Es que vamos a trasladar lo de un país europeo a un país latinoamericano? No. Recojamos esa experiencia y definamos qué es aplicable para nosotros. Cuba tiene cosas muy lindas, muy hermosas. Como tiene problemas también muy graves. Hombre, ¿por qué no recogemos esos elementos que nos pueden servir y mirar y estudiar qué nos sirve y qué no? Porque nosotros tenemos una idiosincrasia y es a partir de esa idiosincrasia del pueblo colombiano que tenemos que trabajar también.

¿Cuál es la mentira mayor que existe sobre las FARC?

Que somos narcotraficantes. Si fuéramos narcotraficantes no existiríamos como movimiento revolucionario. Y nunca me cansaré de repetirlo: la mentalidad del narcotraficante es incompatible con la mentalidad del revolucionario. Además, lo hemos vivido en carne propia. Nosotros hemos perdido cuadros que se han dejado influir y se van de las FARC porque es incompatible. ¿Cuál es la mentalidad del mafioso? Conseguir plata. La mentalidad del guerrillero es cumplir su misión. Uno en la guerrilla no tiene sueldo. Yo llevo 40 años en la guerrilla y no tengo sueldo. Hubo una época, en los inicios, que había una cosa que se llamaba bonificación y era algo simbólico. A cada uno nos garantizaban lo necesario para la vida diaria. Y si iba a cumplir una misión a una ciudad llevaba sus viáticos y debía volver a entregar cuentas. Además, se inculcaba siempre la mentalidad proletaria, la mentalidad del pueblo, la mentalidad del pobre que tiene su sueldo y está haciendo cuentas qué puede gastar y qué no puede gastar. La mentira más grande es esa, que somos narcotraficantes.

¿En la cotidianidad de los excombatientes qué es lo más duro que ha pasado a partir del incumplimiento de los acuerdos?

Son varias cosas que se conjugan ahí.  Lo que más me angustia también a mí, que a veces no puede uno hacer nada en función de eso, es la incertidumbre de un grupo de muchachos que todavía por ciertas circunstancias burocráticas, a veces errores nuestros porque no pasamos los informes oportunamente. Tienen la incertidumbre: “¿Qué va a ser de mí?”. Incertidumbre que es culpa nuestra en buena medida porque necesitamos ir a calmar esa incertidumbre con elementos de juicio. 
No quiere decir de que todo está marchando a las mil maravillas, pero tenemos un grupo grande de compañeros que ya están sacando su primaria, otros su bachillerato, otros están graduándose en la universidad. Son elementos muy importantes. 
Pero también hay un sector grande, amplio, en proyectos productivos que no llegaron, que no llega la decisión del terreno donde van. En la conversación con el Presidente nos dábamos cuenta también de las dificultades porque este es un Estado muy complejo. Es una de las cosas que tenemos que proponernos en el próximo gobierno de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, que sea un Estado mucho más efectivo, mucho más rápido, mucho más flexible en la toma de las decisiones. Porque uno ve las decisiones que ha tomado el Presidente en ese sentido para la consecución de las tierras, pero ha habido una serie de impedimentos, que incluso estudiamos con el Presidente salidas para ver cómo se puede a partir de resolver esos impedimentos para que de forma rápida esos proyectos productivos arranquen porque ahí está la gente. Hay proyectos que ya tienen los recursos listos, pero no está la tierra, porque el que la vende pide determinada cantidad y el avalúo dice otro y otra serie de normas que tampoco el Estado puede pasar por encima de ellas.

Esa incertidumbre también se transmite a la sociedad desde lo que está haciendo el Congreso. ¿Cómo hacer para garantizar que la gente deje de tener esa incertidumbre para resolver un tema que es del Congreso?

Es algo que tenemos que trabajar fuertemente, tenemos que mandar un mensaje de optimismo por encima de las dificultades que haya y que siempre podemos encontrar un camino. No quiero decir que no hay ningún problema. Uno de los llamados que vengo haciendo es al Congreso en su conjunto, son colombianos. Hombre, piensen en Colombia. Aquí no es un problema como lo quieren plantear algunos, de ideologías. Aquí no hay ningún problema de ideologías. Aquí es un problema de intereses. Entonces muchos están tratando de adaptar las normas, aprovechando esta coyuntura, a sus intereses particulares o de interés de grupo.  Estamos viviendo un momento histórico que Colombia se merece, que por una vez en la vida dejen esos intereses egoístas a un lado. 
Sentemos las bases para que abramos las puertas para la participación en política de la gente. No estamos hablando de la FARC. Es que el acuerdo no es de las FARC y aquí no se están planteando beneficios para las FARC, son beneficios para el pueblo, para el conjunto de la gente, para que todos aquellos que nunca los han podido escuchar ahora tengan dónde los escuchen, puedan incidir en las decisiones, tengan en cuentas sus opiniones, tengan en cuenta su experiencia y su aporte en la construcción de Colombia con mayor equidad, una Colombia más justa.

¿Cuál es el incumplimiento más neurálgico que pone contra el abismo lo acuerdos?

Todavía no ha habido uno que los ponga al borde del abismo. Pero hay connatos, hay intenciones. Hay que mandar no un mensaje de incertidumbre, sino un mensaje de alerta, que es el mensaje que nosotros dimos en el Teatro Colón. Hay que estar en movilización permanente, alertas. Porque aquí un sector muy poderoso ha dicho que va a hacer trizas los acuerdos. Eso nos tiene que poner alerta. Incluso con el presidente analizábamos. Él decía, “pero es que ustedes están alarmando injustificadamente”. Y le demostramos que no estamos alarmando injustificadamente porque si eso avanza ponen en riesgo el cumplimiento de los acuerdos. 
Una de las cosas más riesgosas es que desbaraten la JEP. Semejante obra. Uno de los mayores logros de los acuerdos es la Justicia Especial para la Paz. ¿Por qué le tienen miedo a la JEP? ¿Cuál es el temor que en Colombia conozcamos las verdades sobre el conflicto? Es una justicia que no es retaleadora. Si a cualquiera de los actores del conflicto se le comprueban responsabilidades, debe asumirlas. Se decidió que no va a ser con cárcel. Expertos que trabajan todo este tema del delito y de cómo castigar las penas la cárcel no es la única manera de castigar un delito, una falta. Son penas restaurativas. Quitarle eso a los acuerdos ahí sí sería quitarle su columna vertebral. Pero tenemos confianza. 
La decisión que hemos tomado es que vamos a esperar el fallo y a partir del fallo, respetando la institución de la Corte Constitucional, sí encontraremos camino. Como dicen los arrieros, en el camino se van ajustando las cargas y alguna fórmula encontraremos y hay una cantidad de leyes que faltan implementar. Hay una cantidad de cosas que se han ido quedando colgadas de la brocha. Pero tenemos elecciones parlamentarias en marzo. Llamo a todos los amantes de la paz, a todos los que queremos que estos acuerdos se concreten, a que elijamos un Congreso que nos garantice que va a ayudar a sentar las bases de la paz en Colombia.

¿No ha sido muy difícil caminar ese camino hacia la paz?

Sabíamos que íbamos a encontrar muchas resistencias y de sectores muy poderosos, de sectores que tienen mucha capacidad de maniobra, que tienen mucho poder económico, que incluso inciden en grupos armados al margen de la ley, que inciden en medios de comunicación muy importantes, que influyen sobre la opinión de la gente. Sabíamos que a todos los íbamos a enfrentar y los estamos enfrentando. 
Necesitamos buscar la confluencia de todos los que queremos la paz para oponer el poder de la movilización. ¿A nosotros qué nos da fuerza? El sentir y estar convencido que tiene la razón, no digamos la verdad completa. ¿Que el camino que uno dice que ese es y que no se va a poder tomar una curva? No. Pero el camino que estamos planteando, que el norte que estamos señalando, es el correcto. Pongámonos de acuerdo entre todos cómo llegar a ese norte, por el lado izquierdo, por el lado derecho, por el centro, por varios flancos, pero vamos a sentar las bases para construir. Es que no es la paz. Vamos a sentar las bases. La implementación de los acuerdos nos permite sentar esas bases para comenzar ya así a construir esta Colombia en paz.

Los pesimistas dicen que ustedes van a volver a la guerra. ¿Qué opina de esto?

Nosotros hicimos una apuesta. Nosotros hemos sido serios en todo. En la guerra fuimos serios y en la paz con mayor razón. Hemos tomado una decisión política y esa decisión política ha llegado a firmar un acuerdo con el Estado colombiano y ese acuerdo lo vamos a respetar hasta las últimas consecuencias. A la guerra no volvemos porque ya la vivimos y porque se ha abierto esta esperanza. Es que esto lo habíamos podido hacer antes en distintos momentos. Pero nunca se había abierto esta ventanita que se logró abrir. No es una gran ventana, no es una inmensa puerta, pero vamos a convertir eso en una gran puerta por donde podamos avanzar hacia esa cima que llamamos paz. Tenga la plena seguridad que lo vamos a hacer.

¿A qué le teme?

Mi temor es a equivocarme en lo que estamos haciendo, en tomar una decisión equivocada. Por ejemplo, en los momentos tan complejos como este. 

A propósito, ¿cómo fue la reunión con el presidente Santos?

La reunión con el Presidente fue una decisión acertada. Creo que el Presidente entendió nuestras angustias y nosotros entendimos las angustias de ellos. Y vimos que coincidimos en esas angustias. De pronto no estamos de acuerdo en fórmulas que ellos plantean. Nosotros les planteamos fórmulas y ahí quedaron sobre la mesa. El Presidente por lo menos reitera su compromiso de que mientras él esté a la cabeza del Estado colombiano él no va a dejar hacer trizas el acuerdo. Hasta ahora yo le he creído a la palabra del Presidente. Él tiene que obedecer a muchos intereses, tiene muchas presiones. Eso siempre lo hemos entendido y él sabe que entendemos, pero hay señales que alarman. En esa reunión entendimos muchas de esas alarmas porqué se han dado. Yo salí optimista, pensando en el vaso medio lleno, pero que vamos a trabajarle para llenarlo. El compromiso del residente de estar haciendo más de seguido estas reuniones que son necesarias.

¿De qué va a vivir?

Eso hay que presentárselo al partido. Estoy en manos del partido. Hay varios proyectos productivos.

¿Qué le gustaría hacer?

Lo que el partido me ponga a hacer. Nos enseñamos a eso porque casi siempre las decisiones son fruto de decisiones colectivas donde uno también participa con su opinión, aunque a veces no se la aceptan. Yo no quería ser candidato. Cuando lo dije lo hice de corazón. Pero es que los momentos políticos cambiaron y no podemos dejar que se salga de las manos esto que le hemos apostado tanto, que ha costado tanto esfuerzo y tanto sacrificio. 

Por Carlos Salgado R. y Fernando Millán C.

Fotos: Claudia Rubio

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