‘A mi hijo lo vi la última vez hace 15 años’


Erasmo Vargas. Foto: Carlos Ortega
(Este reportaje fue escrito a propósito de la Décima Conferencia de las FARC, que se realizó en los Llanos del Yarí, Caquetá, que se realizó entre el 17 y el 23 de septiembre de 2016).

Un campesino de San Vicente del Caguán se suma a las decenas de familias que han venido al sitio de la Conferencia de las Farc a buscar a sus hijos, de quienes creen se vincularon a la guerrilla hace años. No sabe si está vivo o muerto. 

“Este es el hijo que busco y este está en La Picota, en Bogotá. Ya me tocó pagar 2 millones de pesos para que lo dejen domiciliariamente y me lo entregan en estos días”.
Se llama Erasmo Vargas Córdoba, tiene 75 años y dificultades para caminar. Tiene sombrero y poncho, botas pantaneras y la piel oscura. Vino del casco urbano de San Vicente del Caguán, a unos 160 kilómetros por una carretera que por estos días está llena de barro por la lluvia y que implica más de 8 horas para llegar aquí.

Está apurado buscando ayuda, como muchos padres de familia que vieron en esta cumbre la oportunidad de oro para saber la suerte de sus hijos, que algún día se fueron de casa sin dar razón de su rumbo o que a sabiendas de que iban para la guerrilla nunca más se volvieron a comunicar.

Dos guerrilleros de las Farc en los
Llanos del Yarí. Foto: Carlos Ortega
De su billetera negra llena de polvo y de papeles sacó la foto del hijo que no volvió a ver. Prefirió plastificarla para que nunca se deteriorara. Se le ve joven, sonriente, con uniforme camuflado y con un fusil. La otra que tiene es cuando era niño. “El muchacho que busco se llama Willington Vargas León. Ese es su nombre de cuna. No lo veo desde hace 15 años y quiero que aparezca. Ojalá me den razón de él”.

El nombre en la guerra es Aníbal y le dicen ‘Picón’ y según su papá tenía responsabilidades en las Farc como explosivista. En los últimos 15 años la guerra arreció por cuenta del Plan Patriotas y mucha de la actividad militar contra las Farc se concentró en esta extensa región.

“La última vez que lo vi fue en Guaviare, cuando estaba en el Frente Primero”, dice Erasmo, quien trae la mayor cantidad de datos para no irse con las manos vacías. “El comandante era uno al que le decían ‘Borracho’, uno flaquito. Mi hijo se llama Willington Vargas León, el nombre de guerra es Aníbal y le dicen Picón”, repite para que quien lo escucha no olvide el nombre y pueda ayudarlo en la búsqueda.

El otro hijo está preso, pero lo tranquiliza que está vivo.” A la guerrilla se me fueron dos hijos muy güipas, uno de 12 años y el otro como de 16 años”, dice con un acento opita extremo.

“Todo esto es un problema de la guerra”, dice antes de que se subiera en un carro que lo trajo desde Florencia y que lo arrimará  a la zona donde se reúnen los delegados de la guerrilla. La idea es que allá se encuentre con alguien que conozca a su hijo.

A los 20 minutos reaparece. “Me dicen que es muerto, pero confío en Dios. De pronto  esté por ahí vivo. Ese es mi motivo de estar yo por aquí, ya que están las Farc en proceso de no vivir más en la montaña. Van a averiguar y yo vuelvo dentro de dos meses”. 

Está desolado. Esta mañana cuando llegó traía la firme ilusión de que por lo menos le dijeran que lo habían visto hace poco. Lo máximo sería encontrarlo aquí.

Erasmo nació en Florencia y “acabé mi vida en estas montañas matando manaos, tigres y venados”. Y habla de la paz porque durante muchos años tuvo la guerra cerca. 

“Apoyemos este proceso de paz; es muy bueno de que nuestros hijos, que nuestras familiares regresen a la vida civil, pero también que los apoyen, porque si los van a mandar de carnada por ahí  para que los sigan pistoleando, no es bueno”, anotó mientras toma algo de aire y se regresa a San Vicente del Caguán sin una noticia cierta.

Fernando Millán C.

@fernandomillan
Enviado especial
Sabanas del Yarí (Caquetá)

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