No al periodismo que miente
En un abrir y cerrar de ojos, en un alto porcentaje, los mal llamados grandes medios de comunicación tiraron la ética al inodoro. Dieron rienda suelta a los rumores, a la desinformación, al uso ilimitado de fuentes anónimas (o más bien inexistentes), a la mentira como recurso para hacer ver lo que quieren para servir a los intereses políticos y económicos de los dueños de los medios. Y pusieron en las direcciones a periodistas sin carácter, que obedecen sin hacer la menor oposición al peor atropello de la historia nacional contra el oficio.
¿Quiénes pierden? Ellos, que no entendieron que la mentira y la desinformación son los peores enemigo de la fidelidad. Siguen creyendo que mantienen el poder de otros tiempos cuando incidían fuertemente en la política. Ya no es así. Si lo fuera, Gustavo Petro no sería Presidente de la República.
Y la audiencia, en buena parte, no es estúpida. Cada vez más entiende que debe buscar la verdad en otros medios. Por eso, cada vez hay más medios alternativos a la deshonrosa gran prensa. En lugar de esos medios, surgieron otros: alternativos, democráticos, aliados de las necesidades de la gente, de las comunidades... Es el contrapeso de los que se creen grandes y que en realidad son los sepultureros del periodismo que dicen profesar.
Otros sobreviven a costa del sensacionalismo y del escándalo farandulero, en una fórmula fácil, pero que se alejan de las audiencias que prefieren la información útil.
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