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El doctorado del Gran Combo de Puerto Rico

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Jerry Rivas, Charlie Aponte y 'Papo' Rosario, en el concierto en San Juan. GFR A las 4:47, del pasado 11 de noviembre, todo quedó a oscuras y en el fondo del escenario empezó a rodar un video en el cual los integrantes del Gran Combo, la orquesta más querida y respetada en Puerto Rico, aparecían en un ancianato, en levantadoras grises y   jugando dominó. De repente se enteran que tienen un concierto por los 50 años y salen todos en una ambulancia. La siguiente escena fue en vivo y en directo. Todos los músicos encima de la tarima en el Coliseo Puerto Rico con sus levantadoras, de las que rápidamente se despojaron para quedar con un impecable vestido dorado y negro. Estaba en San Juan invitado por GFR Media para compartir experiencias sobre empresas periodísticas, de lo que hemos hecho en ADN y de estos cuatro años de muy buenos resultados. Pero los anfitriones decidieron sorprenderme con una boleta que me dejaba sentado en las barbas de la Universidad de la Salsa.

La guerra en medio de los sueños de paz

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Iván Marino Ospina. A propósito del proceso de paz que adelantan el Gobierno y las Farc, m e tomé el atrevimiento de reproducir un relato de Jorge Iván Ospina, médico, ex alcalde de Cali e hijo de Iván Marino Ospina, uno de los comandantes históricos del M-19. Da  la dimensión de las implicaciones de la guerra. Jorge Iván tenía 20 años cuando ocurrió esto, cuando el proceso de paz en el gobierno de Belisario Betancur agonizaba y a dos meses y medio de la toma del Palacio de Justicia. Este es el relato: La paz es la victoria Jorge Iván Ospina. El tiempo, solo el tiempo logra borrar los momentos más difíciles, sin  embargo muchos de ellos se escriben con sangre y dejan huellas permanentes. Es difícil recordarlo con detalle. En ocasiones voy al apartamento en la unidad Santiago de Cali con el propósito de revivirlo y aunque allí están las mismas paredes y algunos de los muebles,   no puedo. El tiempo y la necesidad de borrarlo intentan ser más fuertes. Sabía

El cura Hoyos, a capa y espada

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Bernardo Hoyos, en los tiempos de alcalde de Barranquilla. Una tarde, en medio de la mierda que corría por una de las calles de la zona negra -en el sector de Rebolo, el más pobre de Barranquilla-, al padre Bernardo Hoyos Montoya le quedó claro que se quedaría para siempre en la capital del Atlántico. Fue en septiembre de 1986, era rector de la Universidad a Distancia y ya había expuesto su pellejo más de una vez, Nació en Belén de Umbría (Risaralda), es el menor de 14 hermanos de una familia cafetera y regoda. Fue al seminario salesiano en La Ceja, se ordenó en 1971, vivió más de 15 años en Brasil y fue perseguido por la dictadura. Estudió filosofía y letras, sociología y ciencias políticas, pedagogía, antropología cultural… Cuando estaba en la Armada. Volvió al país a comienzos de los 80 y en 1985 llegó a Barranquilla, de la que fue alcalde dos veces (1992-94, 1998-00) y senador (2002). Mejoró las condiciones de vida de los más pobres de la ciudad, pero lo enredaro

Tocan a la puerta de la paz

Por estos días, y ojalá cada vez lo interioricemos más, se volvió a escuchar y a leer la palabra PAZ. El proceso que han adelantado Gobierno y FARC de manera confidencial empezó a sonar fuerte y a esperanzar a muchos. Porque, quién no quiere la paz! Algunos seguramente que viven a costillas del negocio de la guerra. Pero ese no es el tema de ese comentario. A lo que voy es a que cada uno tiene una historia de violencia y muerte para contar: familiares o amigos desaparecidos o secuestrados o asesinados, desplazados de sus tierras o exiliados. La gran mayoría de los colombianos hemos vivido en un país en el que la guerra está a la orden del día, así algunos quieran borrar con palabras la existencia del conflicto armado. Y vale la pena apostarle a que desaparezca del diario vivir el corre corre de la confrontación armada. Se volverán a poner sobre el tapete temas que no se olvidan como la inequidad, las víctimas de la violencia, el negocio del narcotráfico, el desarme y la re

Siempre debe haber tiempo para la paz

No sonó bien que alguien dijera que los posibles contactos para un proceso de paz con la guerrilla ponían en peligro la Unidad Nacional. Mejor dicho, importa más la estabilidad de una alianza política que la posibilidad de ponerle fin a la guerra. Era la primera reacción a la manifestación del expresidente Uribe de que Santos estaba gestionando en secreto unos contactos con las Farc. Y lo hacía poniendo al país en el dilema de la guerra y la paz. ¿Será que la mayoría, al menos quienes padecen la guerra diaria, no hacen fuerza para que se le ponga fin al conflicto armado? Y esta semana ya se conocieron detalles de esos contactos. El Presidente le contó al país que efectivamente hay contactos con las Farc y fue prudente en los detalles. Desde La Habana se supo que ya hay voceros de lado y lado, que Oslo será la próxima escala, que hay unos ejes temáticos planteados... Afortunadamente volvimos a la ola de la paz. Hay que hacer fuerza para que las partes mantengan la confidencialidad

El precio del miedo

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Detalle del atentado de este martes. Foto de EL TIEMPO. Quienes hoy son mayores de 40 años y vivían en Bogotá hacia finales de los 80’s y comienzos de los 90’s se deben acordar de lo riesgoso que era la noche para quien estuviera en la calle. Desde la sala de redacción de EL TIEMPO se escuchaba el eco de las explosiones, que podían ser tres por noche. Eran los tiempos en los que Pablo Escobar puso al país contra las cuerdas con el miedo en la mitad. Muchos civiles murieron en ese entonces. Está en la memoria la imagen del abuelo que dejó a su nieta dentro del carro, en las afueras del Centro 93 mientras hacía una diligencia. Después del atentado, no encontró ni a la niña ni al carro. Con ella murieron 10 civiles más y 218 quedaron heridos, ese 15 de abril de 1993. Fernando Londoño. Por eso, el impacto que puede tener en la ciudadanía lo ocurrido ayer debe preocuparnos a todos. ¿Quiénes fueron? Las hipótesis son variadas y según el punto de vista de quienes las expongan.

Yo me llamo Cochise

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Cochise, en sus días de gloria. Foto: EL TIEMPO La historia de uno de los símbolos del deporte colombiano está llena de anécdotas. Desde sus inicios como mensajero de droguería hasta los jugos estrafalarios que le preparaba su mamá para ser el mejor.  Su emoción por el recibimiento cuando fue campeón del mundo y el drama cuando casi pierde la vida en un accidente.     El miércoles 7 de octubre de 1970, Martín Emilio Rodríguez Gutiérrez pasó a la historia del deporte. Pero pocos lo recuerdan con ese nombre. Ese día, Cochise batió el récord mundial de la hora en el velódromo de México. Era su punto más alto en el ciclismo, que empezó a practicar desde cuando era mensajero de una droguería de su Medellín natal. Diez meses y 20 días después de esta hazaña, se coronó campeón mundial de los 4.000 metros persecución individual, en Varese (Italia). Ese 27 de agosto de 1971 fue la cumbre de una carrera de gloria en pista y carretera: en la misma prueba fue bicampeón panamericano, t