‘Deberíamos alfabetizar a la gente sobre salud mental’

Simon Rosenbaum, psiquiatra e investigador australiano.

El australiano Simon Rosenbaum es uno de los investigadores más destacados en el mundo en la relación entre actividad física y salud mental. Estuvo por primera vez en el país por invitación de la Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR).

Rosenbaum apoya una de las investigaciones que adelanta la ECR con la Universidad de Manizales, que busca desarrollar un sistema de alertas tempranas para cuidar la salud mental de los estudiantes. Utilizan un instrumento creado por más de 60 investigadores de salud mental de 23 países que se ha usado para medir la relación entre diferentes factores del estilo de vida, como la actividad física, el nivel de sueño y el comportamiento sedentario, y los problemas y trastornos mentales.

Es profesor asociado de Scientia en la Facultad de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW), de Sídney, y hace parte del exclusivo grupo de investigadores de Clarivate Highly Cited para la salud mental, que incluye al 1 por ciento de los mejores investigadores de un campo determinado en el mundo.

En esta entrevista se refiere a los beneficios del ejercicio físico y a la situación mundial de la salud mental pospandemia. En cuanto a su visita a Colombia, señaló: “Conocía todo el trabajo que está haciendo la ECR y el entusiasmo que tienen. Era la oportunidad de venir y aprender de ellos. La misión y la visión de la universidad están totalmente alineadas con lo que me apasiona y con la investigación que realizo”. Además, manifestó que el tema de la salud mental “afecta a todo el mundo y podemos encontrar puntos en común, incluso entre culturas, para compartir conocimientos e ideas sobre lo que funciona y será mejor para todos”.

Rosenbaum espera hacer intercambio de estudiantes con la ECR. "Me encantaría que algunos de mis estudiantes de investigación pudieran venir a pasar una temporada aquí y, del mismo modo, poder acoger a estudiantes de aquí para que vinieran a visitarnos a Australia y vieran lo que hacemos y compartieran conocimientos y experiencias”.

¿Cuál fue el principal efecto de la pandemia de Covid-19 en la salud mental del planeta?

Uno, el de las personas que ya vivían con una mala salud mental y los síntomas se agravaron. El otro es que debido al aislamiento, a la incertidumbre, a lo desconocido, más personas corrían el riesgo de desarrollar una enfermedad mental.

Vivimos en una sociedad en la que no es común admitir que sufrimos un problema de salud mental. ¿Cómo podemos darnos cuenta de que lo tenemos?

Puede ser difícil porque a menudo tenemos factores culturales que nos dicen que lo superemos. Por ejemplo, trabajo mucho con personas de los servicios de emergencia, policías y bomberos, que pueden formar parte de una cultura hipermasculina. Suelen decir: “Estarás bien. ¡Supéralo!”. Eso debe cambiar.

¿Cómo debería cambiar?

La manera de que cambie es que la gente hable de ello y comparta sus historias. Así que lo primero sería la alfabetización en salud mental. Necesitamos que la gente conozca los signos y síntomas que debe buscar en sí misma y en su familia, amigos y colegas. Al igual que enseñamos habilidades básicas para la vida en la escuela y la universidad, también deberíamos enseñar conocimientos sobre salud mental. Lo segundo es que si la gente se entera de los síntomas, puede reconocerlos y decir que necesita ayuda. Lo otro es que tenemos que facilitarles el acceso a la ayuda cuando la necesiten.

En esa parte, ¿qué es lo más importante?

La intervención temprana es una de las cosas más importante. Lo peor que hace la gente es esperar, esperar y retrasar la búsqueda de ayuda. Por eso, debemos priorizar el acceso temprano a la atención, especialmente entre los jóvenes. Imagínense si todos nuestros entrenadores de fútbol tuvieran una formación básica en salud mental y el impacto que eso podría tener a nivel de la población. Podríamos ayudar a nuestros hijos a acceder a la ayuda antes. Este es solo un ejemplo.

Una de las líneas que usted maneja es el beneficio del ejercicio físico en la salud mental. ¿Esto puede evitar el uso de medicación?

El ejercicio no sustituye la necesidad de los cuidados habituales, que pueden incluir la medicación. A menudo los medios de comunicación hablan del ejercicio y la salud mental y el mensaje que envían es que “si solo sales a caminar salvarás tu salud mental”. Esto es muy perjudicial para las personas que padecen enfermedades mentales. Puede hacer que la gente se sienta avergonzada y culpable, como si el simple hecho de hacer ejercicio fuera un tratamiento suficiente. Una vez se escribió un artículo sobre el ejercicio y la depresión y la foto era la de una hermosa modelo corriendo hacia la puesta de sol. Esa imagen no ayuda a las personas que padecen depresión, por ejemplo. La gente decía: “No puedo salir de la cama, deja de decirme que haga ejercicio”.

¿Qué muestran las investigaciones que ha realizado?

Lo que muestra es que podemos ayudarles a esas personas con el ejercicio. Puede ser muy eficaz, pero necesitan un apoyo adecuado. Se les puede apoyar, por ejemplo, con fisioterapia para ayudarles a hacer ejercicio y obtener los beneficios. Lo que sabemos es que con solo 60 minutos de actividad física a la semana se pude prevenir entre el 12 y el 17 por ciento de los casos de depresión a nivel mundial. Pero no es algo independiente. Es el ejercicio como parte de la atención habitual.

Después de la pandemia, ¿estamos más abiertos a hablar de esto?

Durante la pandemia, en la mayoría de los países había tal vez tres razones por las que podías salir de tu casa: ir a las tiendas, ir a trabajar o hacer ejercicio durante una hora. En realidad fue una de las primeras veces que incluso la Organización Mundial de la Salud dijo que todo el mundo debería ser activo para su salud mental porque va a ayudar a aliviar el estrés. Así que en términos de actividad física y salud mental, el covid-19 fue útil porque le mostró a la gente lo que sucede cuando estamos inactivos.

¿De qué manera disminuye el estigma en torno a la enfermedad mental?

Una de las razones es el enfoque en la salud física. Sabemos que la salud física y la salud mental están estrechamente ligadas. Su salud física repercute en su salud mental y viceversa. Por ejemplo, si se padece una enfermedad mental grave, como la depresión mayor, la esquizofrenia o el trastorno bipolar, la esperanza de vida se reduce hasta en 25 años. La mayoría de las veces se debe a enfermedades cardíacas prematuras, a enfermedades cardiovasculares prevenibles, falta de ejercicio, problemas de nutrición, tabaquismo. Son cosas sobre las que podemos hacer algo: es lo que llamamos modificables.

Lo otro es que cuando vas a un gimnasio tienes que llenar un formulario y al inicio preguntan por qué estás aquí. Habitualmente se respondía que era para bajar de peso o por un dolor de espalda. Lo que estamos viendo cada vez más es que la gente está diciendo: “Hago ejercicio por mi salud mental, porque mantiene y protege mi salud mental”. Y ese es el mensaje que tenemos que hacer llegar a la comunidad.

Usted ha trabajado con judíos, con veteranos, con refugiados y con trabajadores de servicios de emergencia. ¿Qué tienen en común en cuanto a la salud mental?

El vínculo suele ser la exposición a traumas y experiencias traumáticas. Mi trabajo se centra cada vez más en las poblaciones desplazadas. Por ejemplo, trabajamos en Bangladés en el mayor campo de refugiados del mundo. En nuestra investigación nos encontramos con niños que nos dijeron que habían cambiado los vales de comida, de tener la oportunidad de comer, por balones de fútbol. Si le das a un niño, esté donde esté, un balón, lo pateará y buscará un amigo que también lo haga. No es que el deporte y el ejercicio vayan a solucionar todos los problemas del mundo, pero están absolutamente infrautilizados como estrategia para mejorar todo tipo de resultados relacionados con la salud mental, los factores sociales y la igualdad de género.

El mensaje es que hay muchas cosas que pueden mejorar la salud mental y que debemos centrarnos en las personas excluidas, en las personas que viven en la pobreza, en las personas con discapacidad. Son los grupos que en realidad, si invertimos en intervenciones focalizadas, obtendremos los mayores beneficios para la salud mental.

Usted creó una herramienta de investigación precisamente para esta relación entre la actividad física y la salud mental. ¿Cuál es el propósito?

Parte del objetivo era ayudar a cambiar la cultura dentro de los servicios de salud mental. Sabemos que cuando profesionales de la salud son activos físicamente es más probable que les digan a sus pacientes que lo sean. De lo contrario, no será efectivo que se los propongan.

Usted hace parte de un grupo privilegiado de investigadores en el campo de la psiquiatría. ¿Cómo va la ciencia en un campo que podría ser la cenicienta de la medicina?

En muchos de los países que he visitado hay un mayor compromiso para financiar la investigación en salud mental y crear programas novedosos para abordarla. Pero entendemos que no solo estamos haciendo investigación básica, tratando de entender la neurociencia y las vías cerebrales, porque también tiene que ver con la brecha de implementación entre lo que sabemos y lo que hacemos. Tenemos que pensar de forma creativa en darle la vuelta al modelo. En vez de poner el ejercicio en los servicios de salud mental, ¿por qué no podemos poner los servicios de salud mental en el ejercicio y en el deporte donde está la gente?

¿Cuáles son los datos más significativos sobre salud mental en el mundo?

Por ejemplo, la depresión mayor es uno de los trastornos mentales más comunes. En los países de altos ingresos, una de cada cinco personas recibe un tratamiento mínimamente adecuado. En los países de ingresos bajos y medio bajos es de una de cada 27. Así que es crítica la falta de acceso a los servicios. Debería ser una prioridad ayudar a las personas a acceder a las cosas que sabemos que funcionan.

(Esta entrevista fue publicada originalmente en eltiempo.com. Soy su autor).

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