Expectativas de cambio en América Latina


América Latina empieza el 2023 con la mirada puesta en el cambio, como algo ineludible e inevitable. Tiene una relación directa e indirecta con el combate efectivo al cambio climático. Quiere decir que no solamente se trata de un tema ambiental, sino de algo integral que beneficia a las comunidades más pobres.

Raúl Bolsonaro, ya expresidente de Brasil, desconoció el impacto sobre el planeta y le dio la espalda a la deforestación de la Amazonía. Lo mismo ocurrió con Iván Duque en Colombia.

Millones votaron en el 2022 por el cambio en la política en Chile, Brasil y Colombia, ligado al bienestar de las comunidades más pobres, a defender la diversidad y la inclusión y a hacer mucho más por el medio ambiente. En este ámbito, el tiempo se agota para el planeta. Por eso, es inevitable que este tipo de gobiernos tomen direcciones en la mitigación efectiva del cambio climático. En el caso de Brasil y Colombia, los ojos del mundo están puestos en la Amazonía. Allí se dirime en buena medida el futuro de la especie humana.

Asimismo, países como México y Colombia tendrán el peso para poner en el escenario mundial el cambio drástico en la política antidrogas, fracasada hasta hoy.

Y todo esto está atado en América Latina con los tres nuevos liderazgos políticos: Gabriel Boric, en Chile; Gustavo Petro, en Colombia, y Luiz Inácio Lula Da Silva, posesionado este primero de enero como presidente de Brasil. Los tres aglutinan el progresismo en la región y el cierre de unos años de derecha que desconoció y no movió un dedo por tomar medidas que mitigaran el efecto del cambio climático.

En el caso colombiano es cerrarles el paso a las economías ilegales expresadas en minería y narcotráfico, impulsar la reforestación, atender la Amazonía y dar un paso serio hacia la transición energética. En el centro está ponerles fin a décadas de violencia.

En los tres países un propósito vital es contrarrestar la polarización, que ha limitado las relaciones políticas entre extremos, impidiendo un ejercicio democrático efectivo. Por eso, Boric, Petro y Lula le han echado mano a coaliciones que permitan la sostenibilidad de sus gobiernos y la viabilidad de las reformas.

Los tres regresaron a la política internacional multilateral, expresión de apertura a un mundo no alineado. En el plano regional implicará una vocería más fuerte ante los distintos organismos internacionales.

Ya se había intentado en otros años con el mismo Lula, con Hugo Chávez, Evo Morales y Raúl Castro como estandartes. Pero perdieron el pulso con la derecha que se volvió a posicionar en América Latina.
Son tiempos distintos. A Chile, Brasil y Colombia se suman ahora los gobiernos de México, Bolivia, Argentina y Honduras. Además, Cuba seguirá siendo un referente de la lucha por la dignidad y garante en mesas de diálogo por la paz, como ha ocurrido en el caso de Colombia. Y se le despeja el camino a Venezuela, con mejores condiciones económicas y con otra mirada desde la parte internacional. El restablecimiento de las relaciones con Colombia es una buena noticia para la paz política y económica en la región.

Estos países tienen el reto de sumar fuerzas para que la voz de la región se escuche en el mundo y se puedan lograr acuerdos para resolver los temas álgidos de desigualdad, pobreza y migración, lo que implica decisiones de equidad en distintos aspectos.

Y en todo eso tiene que ver Estados Unidos como aliado clave en temas como migración, lucha contra el narcotráfico, más equidad en los tratados comerciales, apoyo a la paz y a la lucha contra el hambre, la pobreza y el cambio climático. Claro, desde la visión demócrata. Por eso es importancia la sobrevivencia política de Joe Biden para un segundo periodo presidencial o de un sucesor del ala progresista. 

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