La entrevista de ADN a Jaime Castro, candidato a la Alcaldía de Bogotá

Liberal de toda la vida, una especie de leyenda viviente de esa colectividad, hoy Jaime Castro está otra vez en la arena política, pero en representación de las Autoridades Indígenes de Colombia.  ¿Por qué esa mutación?

Yo busqué el aval del Partido Liberal, mi partido, pero el jefe de la colectividad el doctor Rafael Pardo me dijo que yo no había sido un buen alcalde (1992-94). Argumentó que la gestión que había realizado no daba para que el liberalismo apostara por mi nombre y adujo que, precisamente por esa mala labor, el partido no había podido regresar a la Alcaldía de Bogotá.

¿Y entonces?

El liberalismo me cerró las puertas y el movimiento indígena me buscó porque quería hacer presencia a nivel nacional y encontraron que mi nombre sí era políticamente correcto. Por eso, hoy los represento a ellos.

La suya se recuerda como una buena gestión, pero fue hace mucho tiempo...

Sin duda, ese hecho cuenta. Las nuevas generaciones no saben quién fue Jaime Castro como alcalde. Si lo supieran, seguramente votarían por mí. Las personas menores de 35 años no tienen conciencia de mi gestión, salvo por referencias de los mayores. Pero, me satisface que hoy me encuentro jóvenes que me cuentan que ‘en mi casa me dicen que usted fue un gran alcalde, que gracias a usted la ciudad se transformó y que Bogotá está en deuda con usted’.

¿Eso puede afectarlo en las urnas?

No creo que incida electoralmente, porque el alcalde no lo escogen los bogotanos en función del partido político que lo avale, sino en función de la personalidad del candidato. Está Enrique Peñalosa, que ha estado en cuatro o cinc partidos distintos. El de Bogotá es un voto independiente, de opinión.

¿Y una segunda parte podrá ser buena?

El período que viene es de crisis y penuria, no de bonanza o prosperidad. Y el único de los aspirantes que puede decir ‘yo manejé una crisis’, ‘yo saqué a Bogotá del hueco’, ‘yo recuperé la gobernabilidad’, soy yo. Ese es un hecho que todo el mundo reconoce, menos el doctor Rafael Pardo.

¿Cómo es eso del recreo en Bogotá?

Hay quienes consideran que me quedé corto, que debería decir que se acabó la guachafita. El recreo consiste en que la ciudad perdió gobernabilidad, es decir, que la ciudadanía ya no tiene credibilidad y confianza en las instituciones y las autoridades distritales. Esa es la mayor consecuencia de la pérdida de gobernabilidad.
También se perdió gobernanza, es decir, calidad en la gestión. Y ahí entra uno a otras consecuencias de la situación actual, que son el desorden y el desgreño administrativos. Si a eso usted le suma la corrupción, ahí está el recreo. Como dije, no habrá más recreo: habrá calidad en la gestión, habrá planeación, vuelven el ejercicio de la autoridad y el orden en la ciudad.

¿Cuál es el principal problema de Bogotá?

Para mí es claro que la prioridad es la solución de la crisis, la recuperación de la gobernabilidad. Superada la crisis, recupera la gobernabilidad y evita que las finanzas se deterioren y así asegura gestión y puede entrar a priorizar los temas de las preocupaciones diarias de los bogotanos. Esas preocupaciones son inseguridad, movilidad, servicios públicos (particularmente salud y educación), medio ambiente, vivienda. Consolidar lo bueno que ha logrado Bogotá y mejorarlo exige solucionar la crisis.

¿Cómo combatir las bandas criminales?

La inseguridad, en alta proporción es consecuencia de mafias criminales vinculadas al narcotráfico, al lavado de activos, al contrabando. Entonces, es necesario estructurar una política,que no es exclusiva del Distrito y que involucra la Nación, para desarticularlas. Y, ojo: tienen conexiones políticas y con funcionarios nacionales y distritales (Dian, Estupefacientes, CTI, Policía). Es un tema muy complejo. Hay medidas que contribuyen como el incremento de las cámaras, el aumento del pie de fuerza y he propuesto que la Defensa Civil cumpla funciones de guardia cívica. Si bien hay necesidad de toda una política pública de seguridad, que apunte al desmantelamiento de las mafias, usted no puede olvidar el día a día, el delito menor, que es el que le incomoda al ciudadano.

¿Jornada única o calidad en la educación?

Hemos avanzado en la cobertura, pero hay que apuntarle al mejoramiento de la calidad. Hay gratuidad, comedores escolares, pero ahora hay que enfocarse en el bilingüismo, en la formación en las famosas TICs y en solucionar un problema gordo: el de los 60 mil bachilleros, de los 80 mil que se gradúan al año, que no tienen la opción de acceder a la educación superior.

¿Y cómo solucionar los males de la salud?

El problema financiero es delicado, porque los recursos no llegan a los hospitales, pero en el manejo de esos establecimientos también hay mucha politiquería y corrupción.

¿Qué propone para mejorar la movilidad?

En materia de movilidad, hay que combinar estrategias a mediano y largo plazos y medidas inmediatas. En el primer aspecto hablamos de metro, metrocable, tranvía, la extensión de TransMilenio. Para mí, además, el metro debe ser para la gran Bogotá, incluidos los municipios vecinos, no solo para la ciudad. Medellín es el ejemplo para imitar. Lo importante, en todo caso, es entender que Bogotá les debe ofrecer a los ciudadanos varias opciones de transporte masivo. México tiene siete y Medellín, prácticamente cuatro. Nosotros estamos en dos: TransMilenio y el sistema tradicional. Del otro lado, sin embargo, está la urgencia del día a día y aquí no que no ha habido son medidas de ingeniería vial, ni gerencia del tráfico diario, de los trancones. Se requiere una verdadera presencia de la Secretaría de Movilidad, que se dedicó al proyecto del metro.
Ahora, a partir de los primeros meses del año próximo entrará en funcionamiento el SITP, lo que significa que TM va a desaparecer como lo concebimos hoy, de forma autónoma e independiente, y se va a integrar al nuevo sistema de transporte masivo. Seguirá siendo una opción.

Comentarios

Entradas más leídas

El Titanic, una leyenda de 100 años

Yo me llamo Cochise

¿A quién se le ocurrió que tocaba encerrarnos en la casa?

El cura Hoyos, a capa y espada

"A la guerra no volvemos"